Esta entrada es una transcripción de un hilo de Bluesky de Alicia.
La ética y la moral son elementos constitutivos del proceso de enseñanza - aprendizaje. Pero ¿Cuál es la diferencia entre ética y moral? ¿Importa esta diferencia en el debate educativo actual?
Para entender qué es la ética es bueno comprender primero qué sea la moral. La moral es un conjunto de patrones de conducta, máximas, modelos, que viene incluido en el proceso de socialización y que nos indica la diferencia entre lo bueno y lo malo. Normalmente, asumimos la moral de forma acrítica "siempre se ha hecho así", "A mí me lo hicieron y aquí estoy". La moral puede ser contradictoria e incoherente, por eso es posible hablar de "doble moral". Cada cultura ofrece un paquete básico que se personaliza. Un choque cultural suele ser moral: nos chirría, incluso nos puede llegar a horrorizar o repugnar, las concepciones del bien y del mal desarrolladas por otras culturas, momentos históricos, feligreses o personas. Las contradicciones a la moral le dan igual, pero a la ética, no.
La ética intenta sistematizar a través de un proceso de racionalización, argumentación y crítica las contradicciones y errores de la moral. La ética busca encontrar un acuerdo más allá de culturas y religiones. Busca máximas y modelos aplicables a cualquier situación y sujeto. Nuestra moral no tiene remilgos en considerar correcto que asumamos que podamos mentir a unas personas sí y a otras no, o pegar a unas personas sí y a otras no, etc. Pero para la ética las reglas son universales: no mentiras bajo ningún concepto. Pero ¿los 10 mandamientos son entonces parte de la ética? No, pues, deben asumirse de forma acrítica desde una fuente de autoridad, como ejercicio de fe. La ética no se impone, tampoco se asume de manera inconsciente, requiere de un proceso racional. La ética tampoco da lugar a dogmas, que se consideran verdaderos ahora y para siempre, asume su falibilidad, pues se trata de una construcción basada en el pensamiento crítico y creativo en el seno de una comunidad de investigación.
Desde la antigüedad la filosofía ha dado lugar a distintos sistemas éticos: éticas de la virtud, éticas del deber, éticas materiales y éticas formales, éticas basadas en la justicia y éticas basadas en el cuidado. Pero existe un conjunto de reglas y máximas que comparte las características de los sistemas éticos mencionadas, es fácil de entender, y constituye un hito en la historia: la Declaración Universal de los Derechos Humanos. La DUDH considera los derechos inalienables y universales. Toda persona posee estos derechos, sea cual sea la cultura, nación, etnia, o cualquier otra peculiaridad, a la que pertenezca, y los diferentes estados deben garantizarlos. Desde 1948 se han sucedido distintas generaciones de DDHH que los han aumentado y mejorado.
¿Y en qué me afecta todo esto como docente?
- Debemos ser conscientes que hemos crecido naturalizando una moral que puede no ser correcta. ¿Asumimos y reproducimos la forma en la que tratamos a nuestro alumnado o nos detenemos y analizamos los patrones de conducta que usamos?
- En esta moral asumida de forma acrítica encontramos incoherencias que nos llevan a considerar de manera injusta y desigual la naturaleza de las personas que nos rodean dependiendo de su edad, procedencia, nivel socioeconómico, etc. Comportamientos que entendemos, explicamos, e incluso justificamos en el profesorado, son enjuiciados con distinta vara de medir cuando es el alumnado el que los reproduce. E incluso creamos categorías artificiales entre el propio alumnado, los buenos y los malos. Por supuesto, los buenos merecen oportunidades que los malos no. Esta clasificación que justifica el trato desigual es contraria al principio básico de la ética y al fundamento que nutre la Declaración de los Derechos Humanos: todas las personas somos iguales.
- El derecho a la educación es un derecho humano, y esto lo convierte en inalienable. Y esto nos obliga a los y las docentes a garantizarlo. El sistema educativo actual, por desgracia, excluye, expulsa y contribuye al fracaso de muchos alumnos y alumnas. Los y las docentes debemos combatir las características que hacen de este sistema educativo un sistema que no garantiza la inclusión. Desde contribuir a cambiar los discursos contrarios a los derechos humanos, hasta adaptar y mejorar nuestro trabajo en aula. Justificar la exclusión, renegar de la inclusión, y generar un discurso en torno a ello no solo implica una aberrante falta de profesionalidad, supone una demostración explícita de la falta de humanidad y empatía que caracteriza el paradigma pedagógico que debe ser abandonado.
- Las metodologías, técnicas, formación, buenas prácticas que persiguen la inclusión deben abrirse paso acompañadas de discurso y acción. Es necesario reivindicar el cambio de paradigma pedagógico hacia la escuela inclusiva.
- Y lamento por muchas compañeras de buen corazón, lo que voy a decir, pero las equidistancias no solo no son neutras, bloquean el avance de los derechos humanos. Aquí no hablamos de didáctica, esto supera las cuestiones pedagógicas. Aquí se juega a nivel ético y político.
- Podemos llamarlo neorrancio, rojipardo o con algún tecnicismo más eufemístico. Pero el discurso que considera al alumnado el enemigo, a la juventud actual, la oveja negra de la civilización, a la compasión y a la empatía, añadidos inútiles, es un discurso contrario a los DDHH.
Imatge de capçalera: Markus Spiske